domingo, 3 de enero de 2016

CAPÍTULO 5. EL TERCERO DE BACHILLER. #SIEMPREFUIMAESTRA

Capítulo 5. 
El Tercero de Bachiller.





El antiguo reloj marcaba inexorablemente el tiempo, las horas y los minutos de cada día. Cada noche, había que darle "cuerda" para que no se parara. Él, contemplaba nuestra vida, situado encima del mueble que estaba en la estancia de la casa que llamábamos "la galería". 
A día de hoy, sigue acompañándome aunque su funcionamiento es bastante irregular. Yo diría que está cansado de tanto marcar las horas y que necesita descansar.

...el tiempo, siempre el tiempo...


En el curso 1972-73 cursaba Tercero de Bachiller General en Enseñanza Oficial con Beca. Tenía las siguientes Asignaturas: Religión, Latín, Lengua y Literatura Española, Geografía e Historia, Matemáticas, Física y Química, Idiomas, Educación Física, Ed Cívico Social, E. Hogar. Estaba en el curso de 3ºB y ocupaba en nº 30.

Aún conservo mi viejo diccionario de latín, que tanto utilicé en mis años de instituto. Estudiar latín y hacer las traducciones, se me daba muy bien y me gustaba. Este primer año fue el más sorprendente. Me encantaba descubrir la procedencia de las palabras. Memorizar el "rosa rasae rosarum"... Además del diccionario, conservo varios cuadernos, a ahora miro con mucha ternura y me sorprendo de recordar tan poco de esa lengua después de tantos años estudiándola.





Desde el curso anterior, teníamos como nuevo Director del Instituto al Profesor de Matemáticas, Francisco Javier Meier Lizárraga y el Secretario era Miguel Pérez Ramírez. 

Con la salida de la Dirección del cura, las faldas grises del uniforme, se acortaron. Aún así, me disgustaba profundamente tener que llevar cada día, los mismos colores, el gris de la falda, el azul oscuro del jersey...

Se hacía duro para mi, acostumbrarme a él. No me parecía nada higiénico tener que llevar las mismas faldas día tras día. Recuerdo el gran problema que suponía en los meses de invierno, tener que lavarlas y secarlas. La economía de aquellos años, dicta mucho de la de hoy y tener más de dos faldas, al menos en mi caso, era un superlujo inasumible. Aún así, mis faldas siempre estaban limpian y planchadas gracias al esfuerzo y la dedicación de mi madre.


En este curso seguía siendo la profesora de Lengua, María Toscano. Asociado a la Materia de Lengua y a ella, un recuerdo que también, de alguna manera, ha marcado mi forma de entender la Educación y ser maestra. 

Esta profesora se empeñaba en hacernos escribir muchas "redacciones". Luego, hacía que cada alumno/a leyera la suya en voz alta, al grupo clase. A mí no me gustaba leerlas en voz alta, porque pensaba que yo no era buena escribiendo y porque al comparar lo que yo escribía, con lo que hacían otros compañeros/as, veía claramente que no lo hacía tan bien como me hubiera gustado.

Este hecho, tenía como consecuencia que cuando la profesora me nombraba para leerla, yo siempre tuviera la misma respuesta "la tengo hecha, pero no la voy a leer en voz alta". Ella siempre tenía también, la misma respuesta: "tienes que leerla y si no lo haces te pongo un "cero". Y efectivamente, me ponía el cero pero yo no las leía. Acabé por no hacerlas. Me decía a mí misma "si no valora el trabajo que hago y me pone un cero de todos modos, pues que me lo ponga por no hacerlas". Luego, me costaba neutralizar esos "ceros" trabajando y estudiando mucho.

A esta sensación mía contribuía que la profesora siempre hacía que leyeran las redacciones los alumnos/as que mejor escribían. Estas situaciones me hicieron aprender, siendo ya maestra, cómo gestionar situaciones en el aula en las que todos los alumnos/as disfrutaran de sus trabajos.

Una anécdota que recuerdo muy bien respecto a esta profesora es que cada curso estaba embarazada y cada año, le tocaba llevarla a dar a luz a un profesor del instituto. Los alumnos/as siempre hemos puesto "motes" a los Profesores. El suyo, ya podéis imaginarlo.



La Religión Católica, año tras año, seguía formando parte de nuestra vida escolar cotidiana y de nuestra vida fuera del instituto. En aquellos años, era obligatorio ir a misa los domingos, confesar... Mi nuevo testamento, aún permanece entre las evidencias de aquella época.

También conservo con mucho cariño, un mantelito al que llamamos un "tu y yo" que bordé en las clases de Hogar. Me gustaba crear con la costura.


En clase no se podía hablar, ni levantarse, ni girar la cabeza hacia atrás y por supuesto, estaba totalmente prohibido comer chicles. Recuerdo que ansiaba salir de clase y desliar aquel redondo chicle "bazoka" que jamás conseguí masticar entero. 


La lectura seguía atrapándome. En este curso devoraba los libros de Agatha Christie. Desde que empezaba a leer las primeras páginas del libro, me gustaba apostar con mi hermana Lola sobre quién era el asesino. Mis aciertos eran cuantiosos. De tanto leerla ya le había cogido el desenlace.


La tele y el famoso Programa Un dos tres, responda otra vez, con su presentador, azafatas, don Cicuta... formaba también, parte de mi ocio. Veía siempre este programa y me gustaba mucho porque me entretenía dar respuesta a las cuestiones que planteaba, me hacía reír... Servía también como vehículo de comunicación, de comentarios con las amigas... Recuerdo muy bien, el último programa que dedicaron al circo y que ponía punto final a esa temporada.

Las tardes, además de estudiar y hacer deberes, las dedicaba a saltar al elástico, a "jugar a los chinos" con cinco piedras pequeñas con las que había que hacer ciertos malabares al lanzar una por lo alto, recoger dos del suelo, hacer el puente, etc.


La música seguía sonando el la vieja radio. Escuchaba una y otra vez los éxitos de ese año que me sabía de memoria y que a día de hoy, recuerdo perfectamente: América de Nino Bravo, Eva Mª de Fórmula V, Amor amar de Camilo Sesto, Mañana de terciopelo de Demis Roussos, etc. 

Los recuerdos del verano son tantos y tan vivos, que ellos copan mucha de mi memoria y sentimientos remotos. Me gustaban los "polos de limón y los de naranja". Cuando los terminaba, guardaba los palitos y con ellos, hacía construcciones. Esa costumbre de dar utilidad a diversos objetos, que con toda seguridad acaban en la basura, sigue perdurado a lo largo de los años. 


Con la llegada de las vacaciones, tocaba preparar el antiguo "biquini" y algunas prendas de verano, en una pequeña bolsa y comenzar la aventura de llegar a la salvaje playa de Matalascañas, montada en el tractor. Situado en la parte de delante del tractor, iba un gran soporte de madera en el que se ponían los colchones, algunos utensilios de cocina, la ropa, la comida... y se bajaba hasta la playa. 


En esa época, yo iba con mi tía María a los "ranchos", que eran construcciones efímeras realizadas en la playa con maderas y enea. Aún recuerdo muy bien, a la señora que los construía que se llamaba Caridad. Algunas imágenes encontradas en internet, ponen paisaje a mis recuerdos.




Otra de las tareas del verano era el momento en que llegaba a casa "la paja" que alimentaba al mulo en el invierno. Había que meterla en el doblado de la casa. Exigía gran esfuerzo, porque en esa época, no había alpacas. Esta foto, también tomada de la red, reaviva mis sentimientos.


Este recuerdo me lleva a otro también muy grato. El desgranado de las mazorcas de maiz que mi padre realizaba con la antigua hoz, que hoy tengo en mi casa. Me gustaba sentarme entre las mazorcas y ver como se desprendían los granos. Me gustaba escuchar el sonido rítmico de la hoz al chocar con la mazorca. Recuerdo que no me gustaba nada el polvillo que se levantaba y que me hacía toser.



...recuerdos, recuerdos en el tiempo, del pasado al presente...

...CONTINUARÁ...

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